Miseria
Entrando a la morada,
ya la presentía…
¡se instalaría!
Se filtró callada,
etérea y silenciosa.
Se quedó en mis muebles,
en mis tazas,
en todos los rincones y paredes,
en mis cosas,
en mi casa.
Permanecí callada,
con ella cohabitando.
En el grito ahogado
de su compañía desgastante.
se le sentía en mi aspecto,
en mi orgullo.
y nimiedad de mis desprecios
Fue imposible evadirla,
agoté mis pujanzas
y acepté mi desdicha.
Autor: Marta Requeiro.
Derechos reservados: Marta Requeiro.
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