martes, 10 de octubre de 2017

Atardecer sobre Boyeros

                     Atardecer sobre Boyeros.


Un día me monté en un avión
y vi el atardecer sobre Boyeros
la nave iba cubriendo en su ascensión
mi ventanilla con el azul del cielo.

Mirando desde arriba percibí
como de a poco iba quedando lejos,
ese lugar amado en que nací
mi madre, mis hijos y mis truncados sueños.

La chatarra temblaba como yo
y yo lo hacía de verdad de miedo
de no saber cuándo volvería a ver
de nuevo atardecer sobre Boyeros.

Casi son veinte años los transcurridos ya
en que me despedí con un "me voy y vuelvo".
Y haciendo gran honor a la verdad
diera la vida por aterrizar
mirando atardecer sobre Boyeros.

Tu nombre es Amor

                        Tu nombre es Amor


He decidido llamarte Amor
porque me encanta.
Porque sencillamente
me gusta como suena
esa palabra, a viva voz,
en mi garganta.
Y mirar como apareces
sonriente
en respuesta a mi llamado
y manipulas la rutina
con tu inefable presencia.
Me delato al pronunciar esa palabra
sin orgullo ni complejos.
Vencedora me siento,
sin rodeos.

Ese es tu nombre propio
en mis sentidos,
no hay otra forma exacta
de nombrarte.
Me hace feliz
oír mi voz, diciendo Amor,
chocar en las paredes.
Se inundan de alegría los rincones
anuncio, así,
que eres merecedor de mis caricias,
de mis miradas tiernas,
de mi dicha.
Por eso,
he decidido llamarte Amor.
Tu presencia derriba
mis profundos temores.
Amo cada paso que das
y amo esa sensación
de no pertenecerme.
Por eso
he decidido llamarte Amor.
Porque cuando me entrego a ti,
vivo
y cuando te fundes en mi,
soy.

Sin anteojetas.

                              Sin anteojeras


La gente comenta, todos hablan y opinan. Cada cual tiene una perspectiva del mundo, o más bien, cada uno tiene su propio mundo. Somos la consecuencia de lo que hemos vivido, y vivimos a diario, por ende hay cosas que marcan y diferencian a los nacidos bajo un mismo cielo y eso sucede también con los cubanos.
Es de destacar que los que emigraron antes del 59 tienen hábitos, costumbres y criterios bien diferentes respecto a los que se fueron de la isla en las últimas dos décadas, ambos grupos actuaron movidos por motivos muy diferentes: Los primeros huyéndoles al comunismo y los segundos escapando de la miseria que se vaticinaba, con las esperanzas puestas en construir un futuro mejor en otros lares después de vivir tantos años creyendo en promesas de mejoras que nunca  llegaron a palpar.
Hoy sabemos que lo único que tienen en común los unos y los otros no es el hecho de haber nacido en Cuba, si no el no estar allá.
A los que llevan tantos años fuera y no les interesa para nada de lo que pasa en ese territorio, porque nada los ata ya a él, a esos, los voy a apartar haciendo honor a la libertad  a la que todos aspiramos y reconociendo que están en su derecho.
En cambio me voy a referir a los que critican a quienes señalamos lo negativo. A los que plantean que debe haber un consenso, un punto medio sin discrepancias, a esos que bajan el nivel de gravedad de lo que allá ocurre, a los que abogan por el aguante y pintan de rosa lo que no padecen sus cercanos.
Si es cierto que el sueño de todos es que el amor triunfe, pero para que tal cosa suceda tenemos que ser primeramente empáticos. Conscientes de que al pan hay que llamarle pan y al vino, vino. Conscientes de que si no hicimos nada antes al menos ahora  no podemos callar y estar ciegos antes las injusticias que cada vez son mayores. Viendo cómo, por ejemplo, el Gobierno es capaz de venderles el colchón al damnificado del último huracán que no tiene donde dormir.
Por eso, como somos consecuencia de lo que vivimos -como dije al principio-, no podemos pedirle al que tiene allá un familiar envuelto en el sinnúmero de dificultades con las que lidia el cubano continuamente, que no proteste -aunque sea de lejos- que no le duela, que no trate de ayudar, que vire el rostro en otro sentido y se alíe a la indiferencia.
No podemos ser de ese grupo que emigró y ahora sigue el juego del Gobierno para beneficio propio, mientras el pueblo carece de lo más básico, ellos se hospedan en los hoteles de isla, van a eventos importantes como si portaran anteojeras, como los caballos, para mirar lo que les conviene. No, ¡no podemos!, ser como ellos.
No podemos estar de acuerdo con esos que ahora visitan Cuba sonrientes porque ya no tienen la bota del opresor sobre sus cabezas y van tomando de ambos terrenos lo más conveniente e incluso hacen proyectos bilaterales y aplauden lo positivo, si es que en realidad lo hubiese, sin darse cuenta que de haberlo es porque así debe ser.
A esos les pido que revisen bien sus criterios y vean qué tan honestos están siendo con los principios más elementales del ser humano, si no están cayendo en el juego de los indolentes porque en Cuba... ¡Ay, señores, como duele Cuba!
La gente comenta, todos hablan y opinan. Cada cual tiene una perspectiva del mundo, o más bien, cada uno tiene su propio mundo. Somos la consecuencia de lo que hemos vivido, y vivimos a diario, por ende hay cosas que marcan y diferencian a los nacidos bajo un mismo cielo y eso sucede también con los cubanos.
Es de destacar que los que emigraron antes del 59 tienen hábitos, costumbres y criterios bien diferentes respecto a los que se fueron de la isla en las últimas dos décadas, ambos grupos actuaron movidos por motivos muy diferentes: Los primeros huyéndoles al comunismo y los segundos escapando de la miseria que se vaticinaba, con las esperanzas puestas en construir un futuro mejor en otros lares después de vivir tantos años creyendo en promesas de mejoras que nunca  llegaron a palpar.
Hoy sabemos que lo único que tienen en común los unos y los otros no es el hecho de haber nacido en Cuba, si no el no estar allá.
A los que llevan tantos años fuera y no les interesa para nada de lo que pasa en ese territorio, porque nada los ata ya a él, a esos, los voy a apartar haciendo honor a la libertad  a la que todos aspiramos y reconociendo que estan en su derecho.
En cambio me voy a referir a los que critican a quienes señalamos lo negativo. A los que plantean que debe haber un consenso, un punto medio sin discrepancias, a esos que bajan el nivel de gravedad de lo que allá ocurre, a los que abogan por el aguante y pintan de rosa lo que no padecen sus cercanos.
Si es cierto que el sueño de todos es que el amor triunfe, pero para que tal cosa suceda tenemos que ser primeramente empáticos. Conscientes de que al pan hay que llamarle pan y al vino, vino. Conscientes de que si no hicimos nada antes al menos ahora  no podemos callar y estar ciegos antes las injusticias que cada vez son mayores. Viendo cómo, por ejemplo, el Gobierno es capaz de venderles el colchón al damnificado del último huracán que no tiene donde dormir.
Por eso, como somos consecuencia de lo que vivimos -como dije al principio-, no podemos pedirle al que tiene allá un familiar envuelto en el sinnúmero de dificultades con las que lidia el cubano continuamente, que no proteste -aunque sea de lejos- que no le duela, que no trate de ayudar, que vire el rostro en otro sentido y se alíe a la indiferencia.
No podemos ser de ese grupo que emigró y ahora sigue el juego del Gobierno para beneficio propio, mientras el pueblo carece de lo más básico, ellos se hospedan en los hoteles de isla, van a eventos importantes como si portaran antiojeras, como los caballos, para mirar lo que les conviene. No, ¡no podemos!, ser como ellos.
No podemos estar de acuerdo con esos que ahora visitan Cuba sonrientes porque ya no tienen la bota del opresor sobre sus cabezas y van tomando de ambos terrenos lo más conveniente e incluso hacen proyectos bilaterales y aplauden lo positivo, si es que en realidad lo hubiese, sin darse cuenta que de haberlo es porque así debe ser.
A esos les pido que revisen bien sus criterios y vean qué tan honestos están siendo con los principios más elementales del ser humano, si no están cayendo en el juego de los indolentes porque en Cuba... ¡Ay, señores, como duele Cuba!

jueves, 5 de octubre de 2017

La cigarra.

                                  La cigarra


Se despiertan los sonidos,
se sienten en la hojarasca
y de entre ella emerge
la cigarra.
Estuvo bajo la tierra
tantos años escondida
la ninfa que ahora es
la cigarra.
Suceden las situaciones,
buenas y malas unidas,
cuando conoce la vida
la cigarra.
Hoy por primera vez sube
a un árbol a ver la dicha
y poco tiempo estará
la cigarra.
Pocas semanas de vida
la separan de la muerte
la que no podrá evitar
la cigarra.
En ese tiempo tendrá
que aparearse y que cantar,
si logra sobrevivir,
la cigarra.
Luego vendrá la paloma,
el lagarto o una araña
que ágiles se han de comer,
la cigarra.
Si a esos lograse evadir
por fin podrá desovar
para poner y morir,
la cigarra.
Sus patas hace sonar
el macho hasta sucumbir
si no logra seducir a
la cigarra.
Parásito subterráneo,
periódica aparición,
alimento de ocasión,
la cigarra
Con ese afán en la vida
de comer, cantar y amar
pudiéramos imitar a
la cigarra.

El pueblo cubano cada vez más marginado.

     El pueblo cubano cada vez más marginado


El huracán Irma recientemente dejó reducido a escombros gran parte del territorio cubano y el María que azotó después, no tan agresivo como el primero, provocó serias inundaciones en Holguín y Guantánamo. Como si fuera poco al depauperante entorno del cubano común se le suma ahora la noticia de que el Departamento de Estado de los Estados Unidos esta retirando a todas las familias de empleados y personal no esencial de su embajada en Cuba (un 60% del total por el momento) después de una serie de misteriosos ataques acústicos contra diplomáticos estadounidenses.
Los que esperaban viajar a Estados Unidos ya no podrán hacerlo por el momento y hasta nuevo aviso, pues por lo menos se espera una "pausa" en asuntos migratorios que podría extenderse hasta por dos años.
Los hechos de orígenes distintos (unos causado por la naturaleza y el otros por el hombre) socaban la resistencia y desesperan al cubano que cada vez tiene menos posibilidades de alcanzar una vida decorosa.
Observo con admiración través de los medios de comunicación la ayuda que recibe la hermana isla de Puerto Rico (también afectada por el embate de dichos huracanes) y como a pocos días de los desafortunados eventos el país se recupera paulatinamente con el apoyo de los países vecinos, principalmente Estados Unidos que no ha escatimado en recursos para tenderle una mano.
Por ejemplo ha puesto dos submarinos nucleares en el litoral de la isla para suministrar electricidad y camiones escoltados que transportan treinta toneladas diarias de productos desde el anfiteatro más grande de San Juan hacía los puntos más afectados.
En cambio qué pasa con Cuba, que el Gobierno de Raúl no quiere aceptar ayuda proveniente del Imperio ni de particulares que por decisión propia quieran viajar a la isla con productos de primera necesidad para donarlos. No, no lo aceptan porque todo tiene que pasar por sus manos, ellos tienen que determinar qué se hace y a dónde va la ayuda humanitaria que entra a Cuba.
El tema está en que quienes dictaminan tales resoluciones son los que realmente no tienen necesidad de nada, no perdieron nada. Ellos, su familia y toda su camarilla son los que tienen recursos: un techo seguro (sólido), agua potable, comida y óptimas condiciones de higiene. Que si lo estiman conveniente se montan en un avión y salen al exterior hasta por simple placer.
Entonces, en resumen, es el pueblo al que sigue marginado y los que pensaban viajar al norte para reunirse con sus familiares ya no podrán hacerlo, al menos por ahora.
Cada vez la isla se vuelve más  infranqueable para los que desde afuera quieren ayudar a mejorar la calidad de vida de los más necesitados, como si se gobernará con odio y no con empatía.
Las redes sociales se hacen eco de los que buscan infructuosamente la forma de mejorar la situación del cubano. Hay quienes quieren dar el aporte incluso si este va a parar a manos del Gobierno para que lo distribuya y están los que se enfrentan a los primeros alegando que toda ayuda al final irá a engrosar de alguna manera las arcas gubernamentales y que esos recursos se destinarán a levantar las áreas turística afectadas por el huracán, principalmente en los cayos, que son la prioridad del gobierno para que siga entrando turismo. Que muchos productos serán etiquetados con un precio para ser vendidos en dólares al pueblo, etc.
En fin, todo queda igual en la isla porque el mayor huracán que aún sigue afectando llevándose el último ápice de dignidad (esperemos que también el último poco de aguante del cubano de a pie) se llama Gobierno de los Castro.

Caligrama de amor.

                          Caligrama de amor


 
                Este              amor,
          pendiente       siempre,
        enamorado y deseoso de
   brindarte dicha. Este amor que
 más que una caricia parece sueño
del que no he despertado. También
es deseo encapsulado que latiendo
 estalla ante tu risa y va sumiso, él,
   a atarse a tu costado, a renacer
        aún más necesitado que de
         alas la libertad, del mar la
           brisa, de seno hinchado
               el niño hambriento.
                   Y este, mi amor,
                        solo tuyo
                         siempre
                            más
                              de    
                               ti.

El río.

                                     El río


              El río
                    arrastra
                 su alma líquida
                    entre las dos orillas,
              sus aguas peregrinan
a lo desconocido
descubriendo algo nuevo
    en su recorrido.
       Parecen aplausos su sonido,
     errantes voces que murmuran,
o sollozos, o risas recogidas
  a su paso constante
          entre las dos orillas.
      Siempre en la misma dirección
             arrastra el tiempo,
              colándose en resquicios,
          filtrándose en las piedras,
      llevando hojas caidas,
   pedazos de madera.
Enamorado del mar
 a él se dirige
  al ver su vastedad
   en él expira
  con llanto
de cascada
fría.

Amor que descuida.

                          Amor que descuida


El amor que descuida,
no es amor.
Ni lo es
el que vacía,
el que calla,
silencia,
limita,
hiere.
margina
condiciona...
El amor es un universo
más grande
que el universo mismo,
en el que solo cabe él.

Rescatando a Martí.

                          Rescatando a Martí


Cuando José Martí escribió los textos de  La Edad de Oro, revista con cuentos, ensayos y poesías que enseñan ejemplarmente el humanismo y el idealismo a través de la visión del excelso autor que todos conocemos, lo hizo pensando en que iba a ser leída por los niños. La propuesta de esta obra suya era iniciarlos en la búsqueda del conocimiento, del amor, la justicia y la universalidad de los valores humanos que se hacen presentes a través de su lectura por el amplio espectro de temas y épocas que trata con maestría, elegancia y belleza
Ahora circulan por las redes sociales las fotos de un niño cubano, José Daniel de la Torre Sampier de seis años, que encontró enterrado a la orilla del mar en su pueblo natal, Punta Alegre (Ciego de Ávila), y que "rescató" de entre los escombros que había dejado el huracán Irma un busto del entrañable escritor, poeta y patriota.
Estas instantáneas del infante llevando consigo la figura hecha en plástico del insigne pensador hace reflexionar que ciertamente hay que rescatar a Martí, sí, pero por todos y cada uno de los cubanos, para hacer realidad sus ideales. Esos que desde temprana edad aprendimos y que de alguna manera han perdido vigencia en nuestra amada tierra: el de ser independientes, empáticos con el desvalido, con el que sufre, no callar las injusticias y luchar hasta el final por las convicciones.
Él nos enseñó que no puede existir transmisión de valores y creación sin sentimientos, que hay que conmover al hombre y motivarlo a actuar. Como dijera: “Hacer es la mejor manera de decir”.
Hace falta dar vida al ideario martiano, hacerlo el motor impulsor de nuestros anhelos hasta que sean conscientes de él todos los cubanos para que pongan en movimiento esos "músculos dormidos" para actuar y conducirse a crear por fin una Cuba como la que él soñó.
Una Cuba tan libre a la que no haya huracán de vientos ni de represión, u opresión, capaces de dejar a su pueblo nuevamente callado, sometido y esperando limosnas. Que nunca más sean temerosos de actuar y alzar la voz para denunciar atroces injusticias. Entonces así, sólo así, habremos rescatado realmente al apóstol.