domingo, 30 de julio de 2017

El reloj caro.

                                El reloj caro



Al señor del reloj caro,
no le importa el niño hambriento.
Va muy atento el avaro
sin ningún resentimiento.
Sólo mirando el reloj pendiente de sus aumentos.

El niño lleva el dolor
de no ser visto en su pena
y cuando se hace mayor,
como malandro se estrena.
Hurtando el mejor reloj de una casa que es ajena.

Se va el joven a prisión
y el mísero de un infarto.
Reestrena la viuda el cuarto
con un hombre fortachón
y sigue marcando el tiempo el reloj desde el cajón.

A veces un reloj caro
puede pagar una escuela
sacando del desamparo,
a ese que sufre secuelas
y carece de ocasión cuando mejor vida anhela.

Recoleta, Mapocho, Santiago de Chile.

Por un trato ético hacia los animales.

         Por un trato ético hacia los animales



Muchos podrán pensar que soy hipócrita porque no soy vegetariana, porque me gusta disfrutar de un asado en familia.
Se conoce que hace unos 279.000 años, cerca de un gran lago en el centro del valle del Rift, en Etiopía, se fabricaron las primeras lanzas con piedras afiladas, colocadas en la punta para ser usadas en la caza, desde entonces el hombre se alimenta de los animales.
Pero es que odio el maltrato animal, ese abuso o matanza que se hace sin sentido, sin razón y sin un ápice de ética el que me mortifica y éste se da de muchas maneras. Hasta si dejamos a un perro encerrado en una pequeña jaula, aunque le prodiguemos todo, también es maltrato porque se le coarta la vida y se le deja con la única posibilidad de comer, defecar y orinar. En ocasiones, producto de la "falta de tiempo", no le prestamos la más mínima atención y pasa a ser un objeto más sin tener en cuenta que tiene sentimientos. Eso es un injusto.
He tenido perros y he sabido educarlos. No es fácil porque para imponerles una disciplina tenemos que empezar por ser disciplinados nosotros mismos y muy constantes sobre todo en los horarios en que les llevamos al parque para evitar que hagan sus necesidades dentro de la casa. Se debe reconocer que necesitan correr, percibir infinidad de olores, relacionarse con los humanos y otros animales porque esa es la forma que tienen de ser felices. ¿Encerrarían a un hijo en un pequeño cuarto para evitar que le desordene la casa, o por ahorrarse esfuerzos y no tener, quizás, que limpiar sus heces?, estoy segura que no.
Hay que tener en cuenta que cuando se tiene un animal doméstico asumimos los mismos compromisos que con un ser querido, de cuidarlo y estar pendiente de su bienestar.
Pero hay otro tipo de alcaldada que eriza la piel y que se ve con frecuencia por las redes sociales, hablo de los vídeos escalofriantes de los diferentes tipos de atropello hacía animales de toda índole. Me duele ver que tatúen a un perro por simple capricho de su amo. Igual que los rodeos, espectáculos profundamente machistas, en los cuales los hombres demuestran su supuesta virilidad maltratando, sometiendo y matando animales.
Recuerdo un vídeo que vi por casualidad hace un tiempo donde un jinete con el afán de someter al toro hizo que el caballo que lo llevaba a la grupa fuera alcanzado en varias ocasiones en el vientre por los cuernos del bovino, siguió esforzando al cuadrúpedo herido que al final terminó destripado y boqueando en el ruedo mientras él corría a parapetarse para resguardarse de las cornadas del taurino.
Los animales que se utilizan con esos fines son, en realidad, seres muy mansos quienes han sido previamente amansados a golpes y sometidos a descargas eléctricas para que se asusten o se violenten para comportarse supuestamente de forma salvaje.
Con el fin de hacer que los animales aparenten ser indómitos y braví­os, se utilizan barras de hierro, espuelas, porras eléctricas, correas y látigos. También se les golpea reiteradamente, y se les retuercen los rabos para conseguir que salten de dolor y que su comportamiento parezca salvaje y agresivo.
Una vez finalizado el rodeo, la tortura no se acaba, sino que empieza un nuevo infierno para los animales: el transporte hacia el matadero. Heridos y asustados, son hacinados en camiones. Los viajes pueden durar horas y resultan tan estresantes que es probable que los animales con hemorragias internas y otras dolencias mueran antes de llegar al matadero tras horas de larga agoní­a.
Las sangrientas corridas de toros en España es otra de las atrocidades, a mi criterio, inexplicables.
Entre los cientos de festejos populares que se celebran en este hermoso país lleno de tradiciones donde se usan los animales como objeto de tortura; si bien la inmensa mayoría tienen al toro como elemento central, en otros el protagonismo se lo lleva diversas especies como gansos, gallos, pavos o burros.
Los más polémicos son:
-Toro de San Juan (Coria, Cáceres).
-Toro de la Vega (Tordesillas, Valladolid).
-Toros ensogados o enmaromados. Fiesta típica en diversas regiones (Castilla y León, Aragón, Navarra y La Rioja
-La más famosa: Los espantes de Fuentesaúco (Zamora).
-Toros embolados (Medinaceli, Soria).
-Encierros por el campo, muy populares en diferentes localidades de Guadalajara.
-Suelta de patos de Sagunto (Valencia).
Los grupos ecologistas consideran inaceptable que estas celebraciones se justifiquen y mantengan apelando a su supuesto carácter tradicional pero para los defensores de estas tradiciones, las fiestas son parte de la cultura y de la historia y un motivo de común disfrute para las distintas generaciones de las localidades en las que se celebran.
A pesar de los esfuerzos de las organizaciones protectoras de los animales no se ha logrado totalmente eliminar el uso de éstos seres, aún vivos, en los festejos ya que no se concreta una unidad de criterio que llegue a convertirse en ley debido a la autonomía de las administraciones locales involucradas.
La primera comunidad que prohibió los espectáculos sangrientos con animales en peleas, fiestas y otras actividades que conlleven maltrato, crueldad o sufrimiento, fue Canarias, en 1991. No obstante, la ley aprobada permitió, por tradición, las peleas de gallos.
El Código Penal Español castiga desde octubre de 2004 con sanciones que van de de tres meses a un año de cárcel, el maltrato de animales domésticos. Una categoría que no incluye a los toros, las aves de cetrería y los animales exóticos o silvestres.
Por suerte ya se han prohibido muchas como:
- La cabra de Manganeses de la Polvorosa (Zamora), que no se celebra desde el año 2000 cuando se negaron a lanzar una cabra disecada. Originalmente la actividad consistía en lanzar una cabra viva desde un campanario.
-La pava de Cazalilla.
-La corrida de gallos: al que se le debía arrancar la cabeza tras haberse pronunciado un discurso en verso. La forma de hacerlo era montando a caballo y blandiendo una espada. Si bien se ha continuado haciendo usan un gallo ya muerto. ¿Que cómo lo matan?, la verdad que no sé, pero al menos no inculcan la saña, la perversión, y el encarnizamiento en los más jóvenes.
El faenamiento, que no es más que la matanza o sacrificio de ganado para el consumo humano, habitualmente se lleva a cabo en instalaciones específicas denominadas mataderos.
En la industria alimentaria moderna, concretamente en la cárnica, para matar el ganado se realizan procesos ordenado en cuanto a sanidad con el objeto de obtener una carne de condiciones óptimas. Las normas sanitarias las fijan las autoridades bajo la responsabilidad vigilada del establecimiento donde se realizan. En algunas zonas de Hispanoamérica, dada la conciencia de infringir el menor dolor posible, el tradicional sacrificio del ganado en el domicilio ha pasado a ser considerado una práctica irregular, prohibida incluso, en muchos países.
En algunas religiones, como el islam y el judaísmo, esta práctica  ha de realizarse en determinadas condiciones rituales como el Halal y el Kocher, lo que en la época medieval exigía el mantenimiento de distintas carnicerías en los últimos años ha venido siendo objeto de críticas por parte de los partidarios del reconocimiento de los derechos de los animales.
El noqueo del animal que se usa normalmente en los mataderos legales puede ser físico o eléctrico, se insensibiliza al animal antes de ser sacrificado para evitarles sufrimiento a la hora del degüello. Si bien podemos afirmar que de igual manera es chocante, al menos es menos traumático y según los expertos indoloro.
No creo que haya que dejar de comer carne, aunque esa es una decisión de cada cuál, además nuestra anatomía dentaria demuestra lo contrario. Por el momento soy honesta, y no sé si pueda algún día lograrlo. No obstante tenemos que lograr hallar la forma de vivir en un mundo más empático, ético y respetuoso y éste debe incluir a los animales, encontrando la forma de no hacerlos sufrir.


domingo, 23 de julio de 2017

Autocontrol.

                                 Autocontrol


Reconozco que cuando tengo en mis manos un boleto para viajar en avión, desde ese mismo momento, estoy asumiendo el compromiso con el destino de aceptar quedar a su merced. No puedo decir, ¡no subo!, ¡ahí no voy! No, porque no hay otra forma de ir a determinados lugares, acortar distancias y tiempos si no es usando ese medio de transporte.
Lo mismo me sucede cuando he tenido que someterme a una intervención quirúrgica en pos de mi bienestar.
Relego mis pensamientos de temor a un lugar de la conciencia donde queden encerrados porque cuando el miedo paraliza... no se vive. Hay que confiar en el azar, en que los expertos que nos asigne la providencia son los mejores y más capacitados para depositar en ellos, si es que solo de ellos dependiera sin tener en cuenta otros factores, nuestra vida. Así de simple.
No obstante hay un antes y un después en cada uno de esos eventos esporádicos a los que me he sometido. Primero, los "te quiero" que expreso a mis seres queridos cuando me despido de ellos me salen de manera distinta como si partieran de mi ombligo, del centro de mi alma, de la sinceridad más honesta y absoluta -valga la redundancia- que hay dentro de mí. Creo que no notan nada e intento que así sea.
Al regreso del viaje que hicimos recientemente a Las Vegas, al atravesar esa rampa que colocan para acceder desde el edificio del aeropuerto hasta la nave, pude divisar al final -por una especie de ventana que había a ambos lados de dicha estructura, al piloto: a esa persona en cuya expertise debemos confiar y en cuyas manos ponemos nuestras vidas (y en las que estaría incluso la suya propia) por unas horas.
¡Quedé sorprendida al ver que era una mujer! Enseguida comencé a hacerme una serie de preguntas internas provenientes de un ataque de instintos machistas. ¡¿Una mujer?! -me dije. ¡Dios!, ¿por qué no un hombre?, ¿será buena conduciendo esta mole de hierro llena de gente...?  Pero la parte feminista que hay en mí sacó las garras y a ésta se le sumó un poco de observación acompañada de algo de lógica y pusieron a raya la ansiedad que venía despertando esos primeros cuestionamientos. Sustituí las preguntas llenas de dudas por afirmaciones positivas: ¡Claro que sí puede, no van a poner a una persona incapaz a pilotar un avión!, arriesgaría mucho la aerolínea.  Además se ve medio hippie con esa hermosa melena canosa estilo “despeinado” y no tiene aspecto de ser remilgada, así que debió haber hecho bien todas las prácticas de pilotaje como cualquier hombre. Lleva un impecable uniforme -continuaba mi observación-, la camisa blanca con  los respectivos galones sobre los hombros, esos que se ha ganado con esfuerzo y trayectoria, sin dudas. Por eso es merecedora de tal responsabilidad. ¡Y es delgada y ágil!, percibí, cuando la vi moverse aún con el cinturón puesto para ajustar los controles a su alrededor. Me sentí más tranquila, la dosis de sosiego que me autoimpuse resultó suficiente, y me dirigí confiada a ocupar mi asiento.
Luego, cuando ya habíamos despegado me puse a mirar a mi alrededor y vi que el avión estaba lleno. Unos leían, otros conversaban o miraban sus celulares, otros ajustaban el aire acondicionado y se acomodaban de la mejor manera para dormir... Me dije entonces: quizás no soy la menos asustada pero tampoco la que más.
También me puse cómoda y busqué en el pequeño televisor ubicado en el respaldo del asiento delantero una película para ver y hacer más placentero el viaje hasta Miami.

lunes, 10 de julio de 2017

Amor de todos los tiempos.

                  Amor de todos los tiempos


Eres el sol que alegra mis mañanas,
la gaviota que canta en todas mis playas.
Eres el beso tibio si estoy muy triste
y la palabra sabia que me hace falta.
Eres mi historia, toda, en una caricia.
La respuesta inmediata cuando se necesita.
Eres mi sostén, mi condimento.
Eres mi más grande amor de todos los tiempos.

Eres el faro guia en mis largas noches.
El que escucha callado todos mis reproches.
Eres, ese que se levanta cuando todos se acuestan
a luchar por los dos, por alcanzar las metas.
Ese que ve en mí lo que otros no encuentran.
Eres el príncipe azul de todos mis cuentos.
El que me hace su princesa en todo momento.
Eres mi más grande amor de todos los tiempos.

Si me miro en tus ojos, puedo encontrarme.
Eres mi sendero hacia cualquier parte.
Contigo a mi lado no sufro inviernos
Eres mi más grande amor de todos los tiempos.

Longevidad en Cuba...

    Longevidad en Cuba: Preguntas y verdades.



¿Envejecerá la juventud actual cubana como lo han hecho sus adultos mayores?
El diario Juventud Rebelde asegura que más de 2000 personas en Cuba superan los 100 años de edad. Que la tendencia longeva está dada por varios factores: el cuidado continuo de la salud y la compañía que los seres queridos de estos ancianos les ofrecen.
"Los centenarios cubanos -dijo a ese periódico Lilian Rodríguez, subdirectora del Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y Salud de la isla-
presentan pocas enfermedades, consumen pocos medicamentos porque han logrado, tanto por sus propios mecanismos de cuidados como por herencia genética, escapar a las enfermedades más frecuentes en el envejecimiento o en etapas muy tardías”.
Los adultos mayores son símbolo de estatus, prestigio y fuente de sabiduría, por lo general son tratados con mucho respeto y se les identifica por ser maestros o consejeros.
Cada país debe poner máximo interés en el cuidado de sus ancianos y educar en base a ello. El hecho de que la salud en Cuba siga siendo "gratis" es un punto a favor pero no por eso, el más poderoso.
Tengamos presente que estas personas cercanas a cumplir una centuria, pasaron la mitad de sus vidas en una época de menos carencias económicas que la que ha enfrentado Cuba a lo largo de más de cincuenta años. Ellos tienen una base alimenticia, sobre todo los de las zonas rurales, que dista mucho de la del joven actual.
A modo de ejemplos: En el año 1915 el peso cubano se acuñó por primera vez como moneda nacional teniendo el mismo valor que el dólar estadounidense. E incluso antes del triunfo de La Revolución, desde 1955 hasta 1959, valía un centavo más que el billete verde.
Para 1954, Cuba contaba con una vaca por persona, y era el tercer país de Iberoamérica (superado por Argentina y Uruguay) que más carne de res per cápita consumía (40 kg al año).
Recuerdo que mis abuelos, todos habitantes del centro de la isla, hacían dulces, quesos y consumían una leche de exelente calidad que compraban a un precio muy bajo. Mataban una gallina o un cerdo con frecuencuencia y vivían holgadamente a pesar de su simpleza. Hasta me ilustraban a cerca de los distintos tipos de cortes de la carne de res: de dónde sacar el bistec de palomilla, qué era el lomo, la punta de ganzo, etc. ¿Y ahora? Huelgan los comentarios.
Otro punto importante a tener en cuenta, para que no se crea que la longevidad en la isla es gracias a La Revolución, es que en el año 1937: Cuba se convierte en el primer país de Latinoamérica en decretar por ley la jornada laboral de ocho horas y el salario mínimo. O sea que el dinero devengado por cualquier trabajador a fin de mes, en la gran mayoría, era más justo haciendo que toda persona en edad laboral estuviera motivada a salir a trabajar y tener más de un empleo si así lo deseaba y sus fuerzas se lo permitían.
Hoy muchos en edades productivas prefieren no laborar para una empresa del Gobierno y los que lo hacen, en su gran mayoría exceptuando algunos, es porque ocupan puestos desde los cuales pueden generar ganancias extras.
Durante toda la década del 50 Cuba  fluctuó entre la segunda y tercera posición entre las mejores rentas per cápita de Iberoamérica,  superando siempre a Italia y en más de dos veces España. Gracias a su Producto Interno Bruto (PIB) Cuba ocupaba en 1958 la posición 29 entre las mejores economía del mundo, a pesar de su poca extensión territorial y de contar con sólo seis millones de habitantes.
La funcionaria entrevistada por el susodicho diario también afirmó que los ciudadanos que circundan las diez décadas viven con sus familiares, en su gran mayoría. ¿Y por qué? -analizando éste aspecto-, pues porque con el déficit de vivienda las ageneraciones subsiguientes se han tenido que guarecer bajo el techo del padre, del abuelo, etc por no tener acceso a la casa propia. Logrando así que el dueño de la vivienda (el de mayo edad) envejezca en compañía de los suyos.
Además para sentirse útiles madrugan para ir a hacer la cola en el agro o en la bodega, caminan grandes distancias hasta el Banco para cobrar su mísera pensión (que de no estar viviendo acompañados no les alcanzaría) o para hacer otra diligencia, reunirse con otros de su edad, quizás hasta cuidar nietos, etc. Generalmente viven tranquilos sin estrés, y eso hace que vivan muchos más años.
"Somos un país envejecido y los estimados son de que entre el 2020 al 2025 seremos el país más envejecido de América Latina y el Caribe”, dijo López y subrayó que en la isla hay 121 adultos mayores por cada 100 niños.
Por ende; habría que ver si en unos cuarenta años -más o menos- estos treintañeros de hoy sin la misma base alimenticia de sus abuelos, sin motivos sólidos que los impulsen a trabajar con ahínco porque aún después de graduados no encuentran dónde trabajar por un salario digno, con la preocupación diaria de buscar qué echar a la olla o cómo reunir el dólar para calzarse y vestirse, (si es que no emigran antes) en un país donde muchas veces de nada sirve que la salud sea gratis porque las farmacias están vacías..., llegarán finalmente a peinar canas como lo hacen hoy sus abuelos.

La enredadera.

                             La enredadera


Como sostén de la vida que se yergue
la enredadera ha escogido la ventana.
que despintada y vieja se veía,
hoy, con las ramas verdes, renovada.

No es una planta fina la que adorna
las vigas por el óxido besadas
es el huayruro, al que la vida dogma
obligándole en intrépida escalada.

Verde tirabuzón de hojas aladas,
con vainas disecadas que al abrirse
semillas rojinegro dibujadas
caen a tierra para reproducirse.

Macho y hembra, juntos, en una sola cuenta
indisoluble amor que se sostiene.
En ascenso vital todo lo enfrentan,
los verdes gajos que al marco se adhieren.

Su silenciosa fortaleza miro
y el valor de ir buscando las alturas.
Grata apariencia de frágil suspiro
va tiñendo de verde las molduras.

Hace bien contemplar la Peonía
me llena de optimismo la existencia.
¿Cómo pensar que tal anatomía
sea referente de arrojo y persistencia?

Partir de cero en busca de la libertad...

Partir de cero en busca de la libertad: una aventura incierta y necesaria.



Leí un artículo del periodista Mario J. Pentón en las paginas virtuales de 14ymedio, sobre tres cubanos que se encuentran en Panamá pasando por un vacío legal. No aceptaron irse al albergue que el Gobierno destinó a todos los que llegaron allí provenientes de la isla por temor a caer en una trampa y ser deportados. Ahora por ese motivo se encuentran en una especie de limbo ya que las autoridades sólo considerarán a los albergados con derechos a realizar cualquier trámite lícito.
Empatizo y reconozco que están viviendo un período de incertidumbre que nadie merece.
Entre ellos hay una Dra. que, como muchos profesionales de la salud, prefirió emigrar en busca de una vida mejor.
El caso de ella en específico hizo que me acordara de varios amigos médicos que tuve en Cuba y que llevaban un pasar muy discordante con el de sus homólogos en otros países del orbe.
Uno era geriatra del Hospital Naval de la Habana del Este e iba desde la localidad de Cojímar hasta su centro de trabajo en bicicleta y cuando se subía a ésta dejaba ver con el movimiento del pedal las suelas destruidas de sus zapatos. Aquella imagen quedó plasmada en mi retina ese día, y lo seguirá estando por siempre, pues el sentimiento de vergüenza ajena me invadió.
Otra vecina, Dra. del mismo hospital y profesora de la escuela de medicina; le habían asignado un auto marca Moscovich y una cuota de combustible al mes para que hiciera posible el cumplimiento de su apretada agenda, sin embargo el esposo le servía de chofer todos los días. Ella alegaba que no sabía manejar para que su cónyuge utilizara el auto de taxi. Si en la labor ilícita consumía la cuota de combustible normada, compraba la necesaria en el mercado negro y de nuevo salía a buscar los dólares para cubrir las necesidades de su casa y su familia, las que la excelente labor de su esposa no podía satisfacer.

Cerca de la bodega donde comprábamos y que quedaba en la esquina de casa, vivía un médico de medicina general que vendía todo tipo de medicamentos - preferiblemente en divisa- para luego salir raudo a comprar lo que necesitaba y que ya el "socio" de la bodega, del agro o el negociante le tenía reservado. O también, como él mismo decía, los canjeaba por ropas o zapatos para los suyos.
Por fortuna se fue cuando el éxodo masivo de balseros por las costas cojimeras en el 94 y hoy vive muy bien fuera de Cuba junto a su familia.
La odontóloga a la que acudíamos con frecuencia, una bella persona de nobleza en el rostro y siempre sonriente, divorciada; vivía con su pequeña hija y su madre. Para cuidar de ellas, siendo el único sostén en el hogar, guardaba para luego usar en beneficio propio (no empleo la palabra lucrar porque ella estaba obligada a hacerlo) los materiales de obturación más apetecidos o demandados, como materiales de color natural para dientes, compuestos de resina blanca para muelas, empastes dentales tradicionales e instrumentos, para destinarlos a los pacientes que podían pagarle en dólares. Vivía en un puro nervio, se le notaba, con temor a ser atrapada "in fraganti".  Hasta por un champú arreglaba una pieza dental, nos consta.
Los productos necesarios demoraban en llegar al policlínico. El resto de los habitantes de la localidad se las agenciaban de una forma u otra para "resolver" con los dentistas de confianza.
Lo que sí estaba listo siempre eran las pinzas dispuestas a privar del dolor al paciente sacándole de raíz la pieza causante de su inaguantable tormento, para luego no poder hacer nada y poco a poco ir quedando sin dientes.
Si la vida de un cubano común es difícil, la de los profesionales es frustrante. Eso ha hecho el proceso revolucionario con aquellos que se "quemaron las pestañas" y pasaron vicisitudes como las de viajar colgados en la puerta de una guagua para llegar a tiempo a la universidad, cumplir sus obligaciones y graduarse.
Los galenos que no tienen la suerte de trabajar para el Turismo de Salud en centros hospitalarios que parecen hoteles, gozando del beneficio de poder comer relativamente bien una vez al día, vincularse directamente con los paciente extranjeros que le puedan hacer un buen obsequio. O los que no pueden salir de misión internacionalista a cambio de un irrisorio sueldo mensual en dólares, no les queda otra que emigrar y fuera del país empezar de cero con la esperanza de revalidar sus títulos y llevar una vida mejor y si no lo consiguen tener la certeza que sin importar la labor que realicen, al menos, se sentirán libres para continuar intentándolo

lunes, 3 de julio de 2017

El Ten Cent de Galiano en mis recuerdos.

El Ten Cent de Galiano en mis recuerdos.


El presente es muy valioso y en él  tenemos puestas todas nuestras fuerzas para forjar el futuro. Lo que día a día va quedando atrás y que llamamos recuerdo, lleno de eventos inolvidables, llega un momento que nos sorprender cuán lejos esta.
Acabo de ver una foto en blanco y negro del Ten Cent de la calle Galiano, allá en La Habana, debe tener muchos años, más de los que poseo. Y en mi mente la imagen adquirió colores, olores, sabores, sonidos y sensaciones como si estuviera allí, ahora.
Era considerado para mi un gran paseo que mi madre me llevara después de visitar dos tías por parte de padre que vivían allí en Centro Habana, una en la calle Monte cerca de la también famosa tienda La Sortija y otra en Prado casi esquina con San Lázaro; y que me dijera: ¿quieres ir al Ten Cent? Seguramente el brillo de mis ojos le daban la respuesta.
¡Qué glamorosa tienda por departamentos! Los maniquíes adornando las vidrieras con las ropas de moda, las empleadas en uniforme -elegantes y sonrientes, detrás del mostrador- mostraban los productos con una gran sonrisa dejando ver sus manos arregladas.
Juguetes, rollos de telas de colores diferentes (texturas y diseños). La parte de los hilos y los botones, ¡qué bien presentados! Mi madre pedía los botones, los cierres para llevar con el fin de realizar su labor de costurera y encontraba de todo.
Reconozco que, si por la situación económica que atravesábamos después de la muerte de mi padre, mi madre no podía comprarme alguna cosa que me gustara, al menos me complacía llevándome al área de la cafetería del centro comercial y una vez allí me alegraba preguntándome: ¿qué quieres comer? Eso para mi era muy importante pues ya no era el tener que escoger entre "esto" o "aquello", sino lo que quisiera. Entonces iba directo a pedir mi combinación favorita: un batido de helado de chocolate y un bocadito con pasta de huevo.
Durante la visita a casa de las tías siempre comía lo que ellas brindarán con su acostumbrada hospitalidad sin embargo si notaban mi desgano y eran presas de la preocupación, era porque  de alguna manera, para mis adentros, consideraba la posibilidad que una vez allí en el corazón de La Habana, mi madre me llevará a merendar a mi lugar favorito y para eso tenía que guardar un huequito en mi estómago.
El batido de chocolate, servido en un gran vaso de vidrio y al que le introducían de costado un absorbente, era una espesa mezcla fría de helado, hielo, azúcar y leche que elaboraban ante mis ojos. Si quedaba un poquito en la batidora donde lo habían preparado, antes de llevarla a lavar, la empleada, o el empleado, me preguntaban si deseaba que lo vertieran en mi recipiente, y por su puesto que asentía.
El bocadito de huevo, mayonesa y mostaza lo elaboraban de inmediato y lo servían en un impecable plato blanco, con servilletas al alcance de la mano y unos cubiertos de reluciente metal.
No sé qué edad tendría, con certeza sobrepasaba los doce y están nítidos en mi memoria todos los detalles.
La figura extremadamente delgada de mi madre; su cara de gozo -a pesar de la tristeza- viéndome  comer con avidez y ya cuando terminaba, la seguridad que me imprimía el ir tomada de su mano para cruzar la calle Galiano e ir camino a la intercepción de Corrales y Egido, algo retirado de allí y más cerca del puerto, a coger la guagua de regreso a casa.
¡Cuánto puede recordar detrás del blanco y negro de esa foto! Fue como pasar a través de ella por un portal en el tiempo.