viernes, 6 de mayo de 2016

El respeto incondicional: La base de toda relación.



El respeto incondicional: la base de toda relación.





Hoy se cumple un aniversario más del natalicio de Sigmund Freud, considerado el padre del psicoanálisis. Cuántos escritos hay en cuanto al comportamiento y al funcionamiento de la psiquis humana. Interpretaciones del subconsciente, de los sueños y de la conducta. Dedicó toda su vida a ello. Pero para el tema que voy a tratar hoy no hace falta ser estudioso de Freud: seguidor o detractor. Simplemente hay que basarse en algo: El amor y el respeto.
El respeto incondicional es la base de toda relación sana y duradera. No es que seamos perfectos pero debemos pretenderlo ser. Si somos respetuosos estamos siendo considerados, y por tanto estamos marcando las pautas para que sean igual con nosotros.
Si la relación es de amigos y ocurre alguna falla en la forma en que nos relacionamos, actuando con irreverencia por cualesquiera de las partes; es posible que, si la amistad se rompe, podamos seguir adelante después de superar el impasse. Aprendamos de nuestros errores y ya no tengamos que pasar por esa experiencia nuevamente pues sabemos qué hacer para evitar que se repita.
Pero qué sucede si esto pasa en la familia. Más específicamente entre suegra y nuera, o yerno. Es el hijo o hija, que está por medio, quien debe servir de mediador. Entonces con más motivos, él o ella, debe hacer que se cumpla la máxima del respeto incondicional para llevar adelante el buen funcionamiento de la relación que ahora surgirá inevitablemente entre ambas familias. En muchos casos con distinta idiosincrasia. Que tendrán que compartir los hijos que vendrán de la relación entre los dos miembros de cada una de ellas que decidieron unirse para formar una nueva descendencia.
El hijo o hija debe hacer ver a su pareja que sus padres han de ser tratados con respeto. Al hijo o hija no debe cegarlo el amor hacia esa persona que ha escogido como compañera y voltear la espalda a los padres si estos han sido las víctimas de malas respuestas, malos tratos, ironías, desprecios y faltas de respeto por parte de su pareja. Como decía anteriormente le toca jugar el papel conciliador.
Existe un tabú en cuanto a etiquetar a la suegra como mala y entrometida. Es la suegra y no el suegro. Casi siempre la madre del joven esposo, de la que se dice que es una persona celosa que no deja, de algún modo, libre a su hijo para decidir por su vida y futuro al lado de la persona que ha escogido. Se le acusa, en la mayoría de los casos, de haber sido una madre sobreprotectora, asfixiante, manipuladora.
Es cierto que la relación suegra-nuera o suegra-yerno no es fácil. La mayoría de las relaciones tienen altos y bajos; como siempre digo: todo tiene fecha de vencimiento. Lo malo, por suerte y lo bueno, por desgracia.
¿Pero qué pasa cuando no hay invenciones, suposiciones o exageraciones en cuanto a
 la mala conducta de una nuera o un yerno hacia la suegra?
¿Hay que partir la soga por lo más débil? ¿Hay que darle la espalda a la persona que te crió, a tu familia de sangre? Pues desgraciadamente eso es lo que sucede muchas veces y no es invención. El problema es real. Cuando el respeto es transgredido, violado, ultrajado; el hijo o hija, debe saber ubicar a su pareja y exigirle que respete a sus padres. Recordarle que no fuera de su agrado si el irrespeto fuera en dirección inversa, o sea hacía su familia.
No siempre son las suegras el ente negativo de las relaciones intrafamiliares. No la veamos como el lobo del cuento de la Caperucita. Muchas veces la pareja del fruto de su vientre es la nota discordante faltándole a los padres políticos y manipulando muchas situaciones a su conveniencia, más aún si hay hijos de por medio. Alejando a éstos y haciendo que crezcan alejados del seno de la familia del esposo.
A veces se expresan, por ejemplo: ¡Es tan lejos venir! El desplazamiento vial está lento que se va a hacer imposible venir. ¡No venimos más si el transporte sigue así!, o si fulano está en la casa -tratándose de un amigo de la familia- nos vamos. Si mengana va, avísanos para no ir. ¿Pueden hablar más bajo? ¿Pueden apagar el cigarrillo? ¿Pueden bajar la tele? ¿Pueden apagar el aire? Mmm, te quedó salada la comida.
Si hay niños- nietos entonces la madre-abuela trata de soportar un poco más pero el yerno o nuera se agarra de ésto para sacar mayores ventajas o herir más. Encontrando defecto en la forma de proceder con el nieto, nunca se lo dejan a cargo, o se expresan: No lo sacudas, le puedes desprender el cerebro. Lávate las manos antes de cargarlo, etc. Sin hacer uso de la palabra "Por favor". "Disculpa pero entiendo que deberías...", etc. Siempre con el mayor respeto posible. Sin olvidar que a esa persona, o personas, a la que se dirigen tiene vínculo afectivo y sanguíneo con quien han escogido para compartir su vida.
Considero que expresiones así llegan a ser un maltrato psicológico a la familia política, en especial para la suegra-madre-abuela que espera con ansias el arribo de ellos y dispone todo en casa para recibirlos, siendo entonces ella la que sufre.
Este tipo de personas se vuelven dominantes en la relación, hay que complacerlos para que estén felices, o aparentemente felices pues es una especie de olla a presión la relación que nunca se sabe cuándo va a explotar.
Suelen anteponer un sinnúmero de condiciones a todo lo que se hace, como por ejemplo: "No pongas fotos en facebook", "Vamos a estar a las dos", por ejemplo, y aparecen horas después dejando menos margen de tiempo para compartir con los suegros. O si planifican un viaje de entretención siempre tienen presente a la familia de la que han formado parte siempre y entonces le dicen a la política: "¡Sí, pero si ustedes van se pagan lo suyo!” Y en cuanto a extender la relación a los amigos se expresan: "Recuerden que los amigos de sus hijos no son sus amigos". Y luego nos enteramos que esas amistades que muchas veces vimos crecer junto a nuestro hijo o hija, ahora forman parte del círculo de amigos de su familia, con la que comparten. Puede parecer celos o ficción, pero puedo asegurar que es real.
Muchos aconsejarían que la suegra debiera morderse la lengua para que el hijo, o la hija, no se distancie. Para que aparentemente todo vaya bien. Pero se va desgastando su aguante, su integridad y llega un momento que decide no soportar más y la relación se rompe. Primeramente ocurre el distanciamiento al que se temía y la familia de la contraparte decide en actitud de apoyo también quebrar la relación.
Entonces la suegra-madre se da cuenta que el hilo que sujetaba la unión entre ambas estirpes era el de mantenerse en silencio ante lo que consideraba no estaba bien. Que quebrantar su integridad como persona, pero sobre todo como madre, era lo que mantenía la falsa visión de una familia feliz. Cuando decide decirle al hijo o hija, no aguanto más las faltas de respeto de tu pareja. Todo se derrumba como castillo de naipes, como castillo de arena. Todo el esfuerzo por hacer una familia más extensa y unida se filtra en un momento hacia la nada. ¿Por qué? Porque nunca hubo respeto. ¿Que sucedieron cosas buenas? ¿Qué todo no fue negativo? Lo bueno es lo que debe suceder, no lo malo. Entonces el hijo o hija se desvincula y despreocupa de su familia sanguínea para integrarse en cuerpo y alma a la familia política. Entonces la familia de sangre sufre la incomunicación, lo que considero una forma de abuso y de violencia.
Esos yernos o nueras hay que ponerlos en su lugar hay que recordarles que ley pareja no es injusta. Ese hijo o hija mediador tiene que tener la capacidad ideológica
, la fuerza moral, la entereza, para decir simplemente, a solas, mirándole a la cara a su pareja. Una sola cosa: ¡Respeta!

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