viernes, 4 de agosto de 2017

El tiempo.

                                   El tiempo


El tiempo ha inventariado en el pasado
mi niñez, mis amigos de jugar
y mis juguetes.
La luz de la mesita en que leía,
aquellos libros de cuentos,
mis zapatos de pasear
y mil atuendos.
Mi cama en el cuarto de soltera
y muchas ilusiones y sueños.
El camino hacia la finca de los cerdos,
el corral, la bicicleta vieja.
La mata repleta de ciruelas
que verdes y maduras me comiera
después de evadir las púas de la cerca
y quitarles con las ropas toda tierra.
Los vecinos de al lado, bulliciosos,
que la muerte de a poco
recogiera.

También archivó con fecha y hora
los recreos en el patio de la escuela.
Los juegos a las escondidas
y a la gallinita ciega.
La campana o el timbre que sonara
para volver al aula, a las libretas.
El día que mi padre se fue al cielo
sin sus botas de trabajo
y su sombrero.
El Romerillo que pintaba de amarillo
el sendero que siempre recorriera
para acortar camino a donde fuera.
Las horas de salida y de llegada
que mi madre estricta permitiera.

Con detalles conserva registrado
las visitas a casa de la abuela,
de las que comparar
nunca podré, con nada,
aquel olor de comida
en sus cazuelas.
Los payasos de retazos coloridos,
rellenos de algodón,
que con amor y celo, para mí, cosiera.
No sé si fui su nieta preferida, no sé.
No sé si a otro nieto amor, como a mí, le diera,
Mas me hizo sentir la más querida
y eso el tiempo lo guardó...,
y a ella.

Conserva con detalles en su registro
el amor que descubrí por vez primera.
El brillo de unos ojos exquisitos
tan tiernos, apasionados e inauditos
como noches iluminadas con estrellas.
El gato que murió sin haber visto
esta vida tan cruel y placentera.
Una escalera de caracol roída y vieja,
que no sé exactamente a dónde fuera.
Lo cierto es que al llevar ese registro,
el tiempo implacable en su trayecto,
borra con el olvido tantas cosas,
por no tener espacio en el recuerdo.


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