miércoles, 9 de agosto de 2017

Cuba y el añejo mito de la gratuidad.

          Cuba y el añejo mito de la gratuidad



Los nacidos en Cuba después del 59 han escuchado siempre sobre el derecho que tienen a la educación y a la salud gratis. Por años se les ha hecho ver que todos tienen esa garantía, y esto ha traído como consecuencia que sientan la sensación de tener que vivir agradecidos por eso al sistema imperante en la isla, el mismo que se ha encargado de resaltar lo costosas que son ambas en el capitalismo. Yes cierto, son caras pero tienen formas de costearse.
La clase media en su mayoría solventa la educación trabajando para pagarla o pidiendo préstamos al estado. En las municipalidades hay cursos cortos para formar obreros calificados: como electricistas y educadoras de párvulos, por ejemplo. Muchos De los cuales pueden comenzar a pagarse después de terminados, incluso, cuando ya el egresado tiene empleo.
En cuanto al cuidado de la salud, igual. El Mercado de Seguros Médicos le permiten buscar y comparar pólizas que ofrecen cobertura de servicios preventivos de salud, visitas al médico, descuentos en medicamentos y servicios hospitalarios, entre otras cosas.
A los trabajadores se les descuenta mensualmente un porciento determinado del salario para pagar el seguro que más les convenga y se ajuste a sus posibilidades financieras
Quienes tienen bajos recursos pueden aplicar a una infinidad de programas de ayuda, de toda índole, para ellos y sus familiares, teniendo muchas oportunidades (de superación y de empleos) a través de programas especiales creados para este tipo de personas. Hay seguros de salud con costos ajustables a cualquier bolsillo.
El cubano común tiene un sentimiento de agradecimiento arraigado hacia la supuesta benevolencia del estado que raya en la dependencia y el conformismo. Sin embargo el que saque una cuenta mínima, sin tener que ser experto economista, comprenderá que en la isla, donde domina la élite castrense, no se regala nada.
El profesional isleño, después de haber estudiado gratis, cuando se gradúa, o no encuentra trabajo en su especialidad o desempeña un puesto por debajo de sus expectativas y preparación percibiendo un salario que no le permitirá vivir decorosamente, salvo algunas excepciones que incluyen los que apoyan incondicionalmente los preceptos establecidos consiguiendo codearse directamente con la cúpula. Otros tienen que hacer trabajos alejados de su vocación e incluso ilícitos, para alcanzar un monto estimado al mes con el que solventar la vida.
Cuántos médicos, ingenieros, arquitectos, etc., por ejemplo, prefieren no desempeñarse en el área en la que son expertos por el mismo motivo, o simplemente no trabajan para el estado; cuelgan sus títulos y se van a trabajar como taxistas o a ocupar puestos menos relevantes en el turismo para aspirar a la propina en dólares.
Hace un tiempo vi un vídeo en YouTube a cerca de un médico pescando en el malecón habanero; no por entretención, según él, sino buscando qué llevarle de comer a su familia.
Los profesionales que pueden llegar a relacionarse con turistas provenientes de todo el mundo chocan con la realidad de conocer personas que a veces sin tener una carrera universitaria que pueden planificar y viajar. Entonces razonan que si buscan la forma de emigrar serán bien acogidos por sus conocimientos y alcanzarán un estatus de vida similar al de el foráneo que conocieron.
Otros, los "obedientes" que se quedan viviendo sobre el caimán de tierra, guardan sus opiniones y se muestran a favor de las reglas a cambio de aspirar a cumplir una misión internacional donde ganarán sólo una pequeña parte del salario acordado entre los gobiernos, del cual la parte más jugosas irá a parar a las arcas del Estado cubano. Si fuera para mejorar las vidas de todos los ciudadanos fuera entendible pero no es así.
Todos sabemos que muchos artistas prefieren no opinar en contra de lo que les desagrada del sistema por no perder la posibilidad de viajar a dar a conocer su arte.
Los hospitales a los que pueden acudir el cubano común carecen de infraestructuras y medios acordes para brindar una salud de calidad. Las farmacias no tienen medicamentos, ya sean los de venta libre como los recetados, y el enfermo termina acudiendo a métodos alternativos de cura.
En los policlínicos el stock para la atención en todas las especialidades se agota y demora en reemplazarse un tiempo extremadamente extenso. Se puede perder incluso una muela esperando haya material para el empaste.
Titulado o no, en cualquier hospital destinado al pueblo donde se atienda, si es sometido a una cirugía puede encontrar al salir del proceso la peor de sus pesadillas por haber adquirido una infección de difícil curación en el salón, tanto por las medidas inadecuadas de manipulación como por la deficiente higiene en el recinto.
No tienen un seguro de salud que les cubra la ausencia prolongada al trabajo en el período de recuperación o el pago de su vivienda, entre otros deberes que con anterioridad afrontaba.
En Cuba, al final, no hay beneficio garantizado en base a esa gratuidad de la que hemos oído hablar por años y de la que -según el gobierno- todo cubano debe sentirse agradecido.
Concluyendo hago alusión al famoso dicho de "Lo barato, sale caro".

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