No culpemos
No culpemos
a la tierna rama que brota.
No culpemos
al embriagante murmullo del río.
No culpemos
al silencioso lapso que inquieta.
No culpemos, siquiera,
al azar del destino.
Porque si hay algo sutil
que sin remedio provoca,
la culpa la tendrían
tus ojos y mi boca.
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