El globo encontrado.
Los mismos de siempre, los que se juntaban desde temprano en las mañanas sin escuelas con el sano interés de jugar por los alrededores de la vecindad y terminaban realizando fechorías, se juntaron ésta vez sólo para montar sus chivichanas por la calle 2da, la más inclinada de la zona.
Los infantes de estas anécdotas eran los descendientes de los que en antaño también fueron niños y vivieron siempre ahí, como yo; criados bajo el reglamento de compartir, respetarse y apoyarse, con la inocencia típica de un barrio tranquilo, en el que sus integrantes se llevaban como familia sin importar raza o credo.
Los muñequitos rusos de las tardes: Elpidio Valdés o las aventuras se podían ver, después de bañarse, arreglarse, y merendar, en el televisor de casa del amiguito. El teléfono o el auto del vecino estaban también a disposición de todos. Así era el vecindario: común y corriente.
Yo estaba barriendo el portal ese día cuando vi a lo lejos aproximarse la turba de chiquillos escandalosos haciendo un círculo que zigzagueaba, a la vez que avanzaba por el centro de la calle rumbo a la casa. Algunos corrían de espalda para no perderse un detalle, el que se hallaba al centro rodeado por los demás, traía consigo un elemento imperceptible aún, levantado con un palo; bien en alto, para evitar que los otros niños se lo arrebataran.
Salí a la acera con la escoba en la mano tratando de captar lo que pasaba, procurando entender qué sucedía. El chiquillo del centro, el que traía el misterioso elemento agitado a los cuatro vientos en la punta del palo como un pequeño banderín era mi hijo mayor. Venía para que yo diera mi opinión, formulara el veredicto final, y les dijese de qué se trataba aquello; aunque ya algunos tenían su teoría que rodaría por tierra o no, de acuerdo a mi valoración.
_ ¡A ver! ¿Qué está pasando ahí?- pregunte calmando la prole bulliciosa- ¿A qué se debe tanto alboroto y gritería?
_Mamá, mamá- decía mi primogénito gritando y conservando la mano levantada con el trozo de palo, tratando de salir de entre el círculo de amigos- ¿Verdad que esto es un reservativo?
Quedé atónita. ¿De dónde habían sacado eso?- cuestioné para mis adentros. Mientras escuché por varios segundos, en lo que reaccionaba, diversas teorías referentes al nombre y al uso del elemento encontrado.
Unos le daban apelativos imposibles de recordar a aquella pieza gomosa con aspecto alargado, y otros argumentaban que eran dos globos en uno: uno grande, y uno más chiquito en la punta.
_ ¡Ya, se acabó! – me apresuré a decir para parar en seco la algarabía, y que se acabara la función-¿A ver, de dónde sacaron eso?
Entonces de nuevo me hablaron a coro, levantando sus manos y señalando dónde. Aunque pude entender que se lo habían encontrado en una manigua cazando lagartijas; cerca de la loma donde habían dejado sus chivichanas, por lo interesante del hallazgo.
_ ¡Me dan eso inmediatamente!- de nuevo el conjunto de voces, esta vez en desacuerdo, se dejó escuchar y yo despojé al portador del controversial objeto. Tomé el palo con aquel banderín de goma enganchado en la punta y ordené:
_Se van todos a sus casas a lavarse bien las manos y la boca, los que estuvieron tratando de inflar esta cosa creyendo que era un globo. No se les ocurra jamás volver a recoger algo así por ahí, y mucho menos tratar de inflarlo; que se pueden enfermar. Esto es un recolector de orina para hacer exámenes y algún desconsiderado lo botó donde no debía.
Se disgregaron todos caminos a sus respectivos hogares, disgustados y cabizbajos, y uno que otro escupiendo y pasando el antebrazo por la boca. Yo metí súbitamente a mi hijo para adentro. Le di un buen baño de cabeza a pies, no sin antes pasar por el cesto de basura y botar el preservativo usado, con todo y palo, que habían encontrado por los matorrales que rodeaba la vecindad, como muestra de un acto sexual precavido.
Los preservativos inflados y pintados con acuarelas, fueron los globos suplentes en las fiestas infantiles hasta que se conocieron los globos de colores que se podían comprar en dólares en las Diplotiendas o CADECA, pero nunca le pudieron quitar la jerarquía a los primeros que eran mucho más baratos y hasta lo regalaban en los consultorios como método anticonceptivo.
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