jueves, 20 de abril de 2017

Nada es igual.

                            Nada es igual


Los árboles crecieron,
no esperaron regresos.
Y las flores de ayer
ya nunca más las vi.
Las aceras rajadas
y los muros roídos.
Ni el amigo y su perro
pude hallar por allí.

¡Como ha cambiado todo!,
le dije a mi silencio.
En mi mente las cosas
seguían estando igual.
En las fotos, en las voces
no había cambiado nada
las veces que con ellos
yo pude conversar.

No esperaron los años,
y a su paso tajante,
el implacable tiempo
también arrebató
un trozo de la acera
he hizo un hueco en la calle,
espejo de la luna
y en el día del sol.

Los bancos que le faltan
al parque de la esquina,
de amores los testigos,
ya no estarán jamás.
Esos mismos que antaño
sostenían mi cuerpo
temblando por la espera
de poderlo besar.

Como aquel beso tibio
que di por vez primera
con azúcar morena
pegada al paladar.
Todas las tardecitas
jugué con mis amigas
O salía a hurtadillas
a volverlo a mirar.

El tren de las mañanas
marcaba los horarios,
y cuando no había escuela
en él solía viajar.
Hoy veo con tristeza
menos itinerarios
y parte de sus rieles
dentro de un matorral.

Cierto es que hay muchas cosas
que el tiempo se ha llevando,
pero hay otras que guardo
tan solo para mí.
Inolvidables siempre,
hasta cuando me vaya,
de ese lugar de antes
donde fui tan feliz.

Autoría y derechos: Marta Requeiro.

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