sábado, 15 de abril de 2017

Dos garzas verdes.

Dos garzas verde olivo


Vienen a saber
y nunca los he visto,
me sobresalto un poco,
Los niños y mi madre
sienten temor igual.
Entran sin un permiso,
el par de garzas verdes,
No vinieron por agua
eso se sabe ya.
Se cuelan por la reja,
sin un solo graznido
se instalan prepotentes
se acaban de posar.

Quieren saber sobre él,
¡A esta hora quién sabe,
ni yo misma lo sé!
Nadie sabe del todo,
ninguno, menos ellos.
¡Cómo van a saber!
Lo sabrán por mi boca,
si mi boca les dice,
pero aprendí a callar.
Más a disimular,
a hablar con la mirada
sin hablar.
No les respondo entonces
con la entera verdad.
A absurda interrogante,
absurdo contestar.

Tienen crueldad de buche
el par de garzas verdes.
Sobre actúo,
y creo que hasta voy a llorar.
Mi madre sigue el juego.
Al fin y al cabo todo
se trata de jugar,
de jugar con la vida.
sin dejar de intentar.

No quieren sabe nada
sobre nuestro pesar
el par de garzas verdes.
¿Qué pretende este par?
Sin ellos o con ellos
todo seguirá igual.
Son un vil instrumento
de averiguación,
el par de garzas verdes.
Escuálidas,
inquietas
picoteando el amor,
sin saber qué es amor
y por eso vomitan
las palabras de siempre
y las que escucho absurdas
en este litoral
Compañera, inspección,
más de revolución.

Pero hoy igual que ayer
hay que llenar los platos.
Y en lo sucesivo,
de ahora en adelante...
Escondo bien detalles
de lo que no sabrán:
La última mirada,
¡esa última mirada!...
con ese no sé cuándo
nos volveremos a ver.
Vuelvo a llorar entonces,
esta vez es real.
Lloro porque él no está.
No soy fuerte sin él.
Ya estan más convencidos
que todo fue casual.

¿A qué  vinieron? -pienso.
¿A confiscar mi alma?
¿Qué querrían llevarse?
¿El colchón y mis sábanas
que conservan su olor?
Su olor está en mis poros
no solo en el colchón.

Mi madre alega inquieta,
nerviosa, compungida.
que es el colchón
del cuarto, no lo pueden llevar.
No, no vienen a llevarlo.
Todo lo inventarían,
y nuestras pertenecías
manoseadas, esparcidas
por esas garzas verdes
que son desconocidas.

Todo va hacia una lista
con nombres mal escritos.
Inventarían todo
con nosotros ahí.
Me siento violentada,
molesta y ultrajada
como si me vendieran
una caja de muerto
aún estando viva.

Los niños no se encuentran,
yo los mandé a jugar.
Mejor, es para ellos
que no me vean llorar.
Siguimos en el drama,
y ni yo misma sé
si estas lágrimas que brotan
son  producto de la rabia,
o del interrogatorio,
de esta revisión hasta el último detalle,
o de esa última mirada
mezcla de súplica y libertad
mezcla de quiero quedarme,
pero tú sabes, amor,
que no puedo.

Salgo,
me siento en una silla
de hierro del portal.
Lloro desconsolada.
Todo quedó claro.
Mi esposo se fue en balsa,
de forma inesperada.
Se van.

Pero la verdad nosotros la sabemos,
todo fue bien planeado
desde el primer momento
Los niños advertidos.
y sin embargo tiemblo,
tiemblo quizás de miedo
de no saberlo todo,
cuándo podré de nuevo
mirarme en esos ojos,
esos que guardo ahora
con la última mirada.

Autoría y derechos: Marta Requeiro.

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