Día perfecto
Vienes a quedarte
como si nada,
olvidando lo de ayer,
instalándote optimista
en mi espacio de dudas,
con la esperanza propia
que genera tu encuentro.
Cuando el temprano sol
aún no ha salido
eres el primero en recibirlo
inundándolo todo de frescura,
y abriendo una ventana
a la aventura.
Un ruiseñor, con poco de señor,
sencillo como un beso,
viene a posarse en la colina
y eleva con su canto
la cordura.
Los tonos atractivos
con que vistes
develan en segundos
tu firmeza,
cuando ya tienes el sol
tan amarillo
posado al mediodía en tu cabeza.
Con risas, olores, amores
y vivencias.
Te escuchas en la radio,
en la tele, en los diarios.
Alteras la secuencia de mis horas.
Me sigues y atareas,
te atesoro, porque
no quiero que te vayas.
Vamos al mar,
aún queda tiempo,
me dices con premura.
Demoremos aún más
este feliz encuentro.
Desde un banquito vemos
a un perro, el manto cristalino,
un pescador y el viento.
Mientras maduras
y te observo
cambiando los naranjas
por violetas,
allá detrás de la caleta.
Me cantas al oído
lo que sabes cantarme
cuando quiero:
la música del mar y del silencio.
Vemos los niños regresar
cansados del colegio
y aunque no lo dijiste,
yo me prometí
que ibas a ser perfecto.
Me adviertes que te marchas
ahora, cuando todas las luces
de la ciudad
ya se van encendiendo.
Te difuminas
en olores a comida
y de nuevo a café,
ruidos, perfumes,
compañía.
No sé si te presté
toda la atención
que requerías.
No quiero que te vayas,
te confieso.
Cuando me estoy quedando
dormida en el sillón
me sigues a la cama
dejándome una luna
colgada por farol,
balbuceando lo que casi
no puedo oírme yo,
y recuerdo:
¡Has sido un día perfecto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario