Mis manos tienen ansiedad de ti,
de acariciarte.
Le buscan sentido a la existencia
ocupadas en todo.
Como si quisieran espantar el tiempo,
el que no transcurre,
y ha quedado posado en las paredes,
y en los rincones
con tus recuerdos.
Repasan superficies
quitando el polvo caído
en los objetos olvidados,
durante esos días,
en que sólo se encargaban
de acariciar
la anatomía
ardiente de tu cuerpo.
Siempre están atareadas
mis manos,
pero nunca alegres desde
que te fuiste.
Se sienten solas.
Todo lo hacen en contra de
mi voluntad.
Encargadas de mis cosas, de
mi aspecto
y de una inútil comida que
apenas logro probar.
Buscan en la radio
melodías para que escuche,
pero éstas te devuelven a
mi
en una nube impalpable…
Mientras ellas esperan un
poco más,
para luego arrastrarme a
esos tontos caprichos
de orden y limpieza.
Descorren las cortinas
para que el optimista sol penetre,
el mismo que me recuerda
que he pasado un día más sin ti.
Conmigo ellas, mis eternas compañeras,
intuyendo lo que sé, y no me atrevo a decirles:
¡que vas a demorar!
Se parecen a mi madre,
haciendo lo posible por
complacerme
cuando menos lo quiero.
¡Si supieran!
Sólo abrirían la ventana
para mirar
la senda por donde un día te veré llegar.
Autoría y derechos: Marta Requeiro.
Autoría y derechos: Marta Requeiro.
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