martes, 20 de octubre de 2015

Ya no recuerdo.


Ya no recuerdo


Ya no recuerdo.
¿Sabes?
Ni qué tono de blanco tenían tus dientes.
Ni si tenía un detalle destacable tu piel
por el que pudiera reconocer tu cuerpo,
en una morgue.
E incluso, si las veces que lloré
realmente lo sentí,
o fue un capricho.

¡Ya no recuerdo!
A veces me sorprende
tu imagen espectral
cruzando el salón de mi memoria,
como si advirtiera un relámpago
de un pestañazo. 
Pero no es más que la costumbre
del tiempo que te quise asir 
a mis recuerdos.

Y ahí es que comprendo
que te he olvidado,
o al menos sé que eso es olvidar.
Y me palpo el escalofriante nudo 
que dejó la herida.
Y me pongo a prueba 
y lo vuelvo a tocar, 
sin desmayarme.

Así es como lo hago,
trayendo de vuelta tu figura vana.
Sabiendo entonces que ya no dueles,
que estoy inmune a ti, 
que te creí mi enfermedad mortal.
Es tanto lo que me sorprendo,
al ver que ya no te recuerdo,
que hasta dudo de tu realidad hurgando
en mis sentidos,
y ahora no sabría decirte,
siquiera,
por qué fue
que te amé,
ni si exististe.

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