domingo, 26 de junio de 2016

Vendo la tele.

"Vendo la tele"
Vemos a la humanidad moderna disponer hoy, y cada vez más rápido, de sofisticados medios de comunicación. Advertir a través de éstos mismos como ella se ha convertido en un embrollo elitista, consumista, calculador, y desunido. Se han ido formando grupos de fanáticos de toda índole, guiados por sentimientos marcados por estatus, estatutos, credos, causas políticas, religiosas, homofóbicas, racistas, etc., que reaccionan con violencia extrema, capaces de aniquilar por sus creencias en todos los casos, sin excepción.
Siempre han existido, es cierto, pero ahora lo vemos más que nunca -o al menos suena más- porque nos llega a todos por los distintos medios a los que tenemos acceso, gracias a la globalización comunicacional.
El mundo se ha vuelto un caos. De cinco noticias que vemos o leemos,  es notorio que sólo una es buena, o medianamente buena cuando la solución al conflicto no se resuelve de inmediato y deben cumplirse plazos, o es la condena justa a un criminal que mejor no hubiese cometido el hecho.
Ya estoy que no pongo la tele, parece un parche oscuro en la pared, o lo uso de radio pues a través de él -que es un Smart Tv- me conecto a internet y sintonizo emisoras para escuchar Smooth Jazz o Lounge Music.
¿Podrá la convivencia unida, tolerante, amable y carente de odio hacer que desaparezca esta tendencia destructiva que ha estado noticionándose y sufriéndose mundialmente? No, para que ésto suceda tendrìa que dar peras el Olmo. No quiero ser pesimista, estoy siendo objetiva. Aunque sé y creo que hay quienes, como yo, quieren hacer posible el sueño de John Lennon en su canción "Imagine", la prensa radial, televisiva y escrita, lucra con el espanto, viven de eso: de informar el tertor. Y cada vez son más rojas las noticias. Ya no pueden seguirse si se desea estar al margen y no recibir el golpe emocional que van dejando día a dia en nosotros, más si ponemos la televisión mientras comemos, o al lado de nuestros hijos ayudándolos en las tareas, o mientras tomamos desayuno para salirr a trabajar en busca del sustento diario al cual partimos psicosiados, hablando con todos de lo que vimos temprano en la mañana, casi al abrir los ojos.
Entre los temas que se ven con frecuencia destacan los de familia, la que siempre fue sagrada y ahora se separa por la escasez. Luego surgen leyes que van en contra de su unión o su reencuentro. Dejan sus hogares por las crisis económicas que sufren en su país de origen y cruzan las fronteras arriesgando sus vidas para refugiarse en los paises vecinos. Otros se lanzan al mar, como los cubanos. Muchos lo logran, otros mueren en el intento.
Nos enfriamos conociendo de macabras manipulaciones a distintos niveles sociales, por intereses mezquinos que dolorosamente a veces provienen de personas cercanas a quienes la padecen.
A un menor se le dispara accidentalmente el arma que sacó del armario de su padre, movido por la curiosidad, y mata al hermano.
Si mencionar en detalles, ¡han sucedido tantos atentados! El que ocurrió contra las Torres Gemelas a principios de septiembre del 2001, que no era el primero, pero empezaré por ahí. Sólo en el 2014,  33.000 personas murieron a causa de ataques terroristas.
Durante el 2016 hubo uno en París, en Pathankot (India), dos en Ankara y tres en Estambul (Turquía). Uno en Grand Bassam (Costa de Marfil), uno en Lahore y Charsadda (Pakistan), en Dalori (Nigeria), Sayyidah Sainab (Siria),  Uagadugu (Burkina Faso), en Zliten (Libia), en Irak, en Yakarta (Indonesia), en Iskandariya (Irak),  luego ocurre otro en Bruselas, el de la discotec "Pulses" en Orlando. Los atentados en Santo Domingo de Acobamba y Llochegue (Peru). Tiroteo en el mercado de Sarona en Tel Aviv.  Cierto es que algunos ocurren en territorios que han vivido por años inmersos en conflictos internos y se ajustan cuentas constantemente entre ellos, pero el caso es que mueren seres humanos, muchos de ellos niños. Los que han nacido ahí, rodeados de la guerra, respirando su tóxico ambiente y copiando patrones y queriendo salir tempranamente a defender lo ya indefendible.
Se mata sin piedad, sin reflexión, se filman y fotografían esos eventos con una tranquilidad pasmante sólo por no perder la primicia del momento y subirlo a los portales de internet, haciéndo que llegue a tener millones de visitas en las redes sociales, alimentando el morbo.
En Estados Unidos hay más armas que habitantes. Cada hora se producen tres muertes por arma de fuego. La tasa de fallecidos por estas, aquí, sigue siendo la más alta de paises ricos. Cada dos años la estadística de muerte por armas supera la de la gerra de Vietnam.
Todos estos sucesos ya no son novedosos, ya no son las "new" del dia, si no sablazos en nuestros sentidos que nos dejan la certeza de estar viviendo en un mundo apocalíptico.
Recuerdo entonces al reino animal que vive sin afectarle las informaciones -en su mundo natural- hasta que llega el hombre a hacer noticia de ellos o con ellos, a dispararles por simple placer.
Los elefantes, por ejemplo, van siempre en manadas y desde pequeños aprenden valores. Se defienden con fiereza del enemigo natural y se ayudan y asisten en los momentos difíciles. No avanzan hasta que no estan todos reunidos. Son un ejemplo de lealtad y de muestra de respeto que prevalece entre ellos de generación en generación, digna de imitar por los humanos. Muchas otras criaturas que hemos tildado de "salvajes" se comportan mejor que el hombre.
Otros animales matan para alimentarse, por orden natural, no por placer o consciente como lo hace el humano.
Enfatizo el sentir del entrañable cantante brasileño, Roberto Carlos, cuando nos ponía a pensar escuchandolo entonar aquella estrofa que decía: "...quiero ser civilizado como los animales. Me le sumo pues el mundo está cada vez más convulso.
Por todo lo que he expuesto, y porque hoy sigue la letanía de las malas noticias, es que me he decidido: ¡Vendo la tele!

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