A paso lento
voy empezando a caminar.
sin necesitar tu mano
que me solía acompañar.
A paso lento se va quedando
la rabia y la pena detrás
y voy subiendo la cuesta
a encontrar felicidad.
Atrás quedaron momentos
que podía acariciar;
para qué seguir sembrando
donde no he de cosechar.
No importa si no te olvido,
no lo voy a hacer jamás.
Queda queloide en la herida.
cuando deja de quemar.
Baja al niño de tus brazos,
enséñalo a caminar,
que cuando ese niño crezca
como ave volará
Puede que pierda el camino,
o que no quiera regresar,
pero en su profundo instinto
sabrá llamarte mamá.
Se me ha escapado un suspiro,
voy a salirlo a buscar.
Puede que se encuentre solo
y lo tengo que cuidar.
Las gaviotas se emocionan
al escucharme cantar.
¡Cuan halagada me siento!
Ellas conocen el mar.
Que se enfurece y se calma
pero no deja de dar
los peces para el hambriento
y para condimento, sal.
Amante de mis caminos
dame un beso de tu boca.
El agua cuando es constante
llega a penetrar la roca.
Ahora que me siento triste
necesito tu consuelo.
Tanto has estado conmigo
que ya tengo cano el pelo.
He visto la hipocresía
vestir ropas halagüeñas.
Y he visto la duda reír
después que el amor la preña.
Dicen que nada es eterno
como gota de rocío,
que se evapora y que cae
y se vuelve agua de río.
Pero si la pena es tuya
y tan grande te parece,
no importa ya pasará
que de amor no se fallece.
Autoría y derechos: Marta Requeiro.
Del poemario en edición: "Alma con Alas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario