viernes, 23 de junio de 2017

Una buena noticia.

                           Una buena noticia



Hace unas horas
vivo en completa felicidad,
sólo hace unas horas
y ya me acostumbré a ella.
¿Qué cómo sucedió?
Una noticia.
Una buena noticia
hizo la diferencia.
Como sucede siempre con las buenas noticias.
Uno anda cabizbajo,
sin acordarse
que hay un peine y un espejo,
o que ya esta haciendo falta
abrillantar los calderos,
o renovar un producto en la despensa
o desempolvar los muebles.
Mostrando sonrisas
que le pide prestadas a la resignación,
hasta que las recibe.
El alma le da un vuelco
y a partir de ahí,
ya es otra persona.
Aceita con el optimismo
esa vieja canción oxidada
que esperaba guardada
en lo más profundo de las entrañas...
Y si ayer fue mi cumpleaños,
la economía anduvo mejor,
o descubrieron un nuevo planeta
no me importó.
Hoy, es que me siento bien y que renazco.
Como un niño con juguete nuevo.
Como el pobre que estrena un par de zapatos
después de olerlo y recorrerlo a narizadas
pensando que huelen como los de un rico
y que son como los del rico,
con suela y tacón.
Anoche la comida me supo mejor,
con un sabor de casa
y percibí que el clima estaba agradable.
Los grillos, que no sé si habían cantado en noches anteriores,
tenían nítida su voz.
Me di el lujo de usar otro tema de conversación
y planear.
No dormí hecha un ovillo sobre mi lado izquierdo,
la almohada se extrañó.
El  pequeño espacio entre su borde y el velador,
sólo por ésta vez,
no fue mi confesionario.
Hoy llueve,
amaneció gris
y yo estoy feliz.
Estoy haciendo un dulce
y la casa huele a café.
Corre por las arterias
al ritmo de ilusión,
las ganas de vivir
y de intentar.
De volverlo a intentar.

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