lunes, 31 de octubre de 2016

Héroe anónimo

Héroe anónimo


De este depósito de agua en específico que se encuentra en Lincoln Rd, acá en Miami Beach y que es usado como gran pecera para la entretención de los niños, se salió está tarde un pez. Un pequeño, grisáceo e insignificante pez de aproximadamente diez centímetros, algo mayor pero parecido a esos que en Cuba veíamos con frecuencia y llamábamos "pescaitos".
Los transeúntes, en su relajado ir y venir dominical, entraban y salían de las tiendas aledañas; veían la cartelera de películas que anuncia el Lincoln Cinema situado en la misma esquina con Alton u ocupaban las mesas del Steak Hause que esta frente al estanque sin percatarse de lo sucedido. Quizás lo verdusco del cemento que conforma el piso que rodea el embalse dejó al pequeño ex nadador mimetizado sin llamar la atención de los que pasaban, pero si permanecía más tiempo fuera de su hábitat en pocos segundos iba a estar muerto.
Mi esposo y yo acostumbrados a caminar con frecuencia de un lado a otro de esta concurrida calle; más los domingos porque hay feria de frutas y verduras y cerca de las seis de la tarde los vendedores empiezan a recoger sus kioscos y a rematar los productos antes de cerrar, pudimos presenciar el hecho y lo excepcional que sucedió después.
Un joven que iba en bicicleta, dotado de su envidiable visión juvenil, se dio cuenta que algo saltaba en el húmedo y oscuro piso. Se detuvo, se bajó rápidamente de su bici dejándola recostada al borde de concreto que sirve de contención al agua, se agachó y recogió del suelo al animalito que iba ya abandonando la vida.
Con la expertise del mejor rehabilitador, y enseguida rodeado por algunos curiosos -entre los que nos encontrábamos mi esposo y yo- tomó al pequeño moribundo que cada vez saltaba menos y comenzó a aplicarle pequeñas  compresiones en la zona media-baja del abdomen, justo donde se encuentra la aleta pectoral. Usó los dedos índice y pulgar de la mano derecha y daba pequeños apretones simulando el latido del corazón, mientras hacía una pequeña cuenca con la mano izquierda metida en el agua donde el pececito se pudiese mantener sumergido.
El animalito de a poco comenzó a dejar de abrir y cerrar desesperadamente la boca, por un momento se viró de lado y al parecer no había nada más que hacer. El insistente mozo continuó repitiendo la delicada y cadenciosa técnica mientras le decía al agonizante: "come on, come on", y el círculo de curiosos crecía. La tensión y el silencio se podían cortar en el aire, todos estábamos atentos al desenlace. Al fin el pez recobró el aliento y el muchacho introdujo un poco más en el agua la mano donde sujetaba al resucitado paciente y dejó que éste nadara libre junto a sus otros compañeros.
El silencio se rompió con un cerrado aplauso de los espectadores, el joven sonrojado hizo una reverencia, se montó en su bicicleta y, sin más, se confundió entre la gente. Esta tarde de domingo conocimos un héroe anónimo, un joven sencillo, como cualquier otro. Hoy vine gozosa a casa confiando un poco más en la humanidad; sabiendo que la esperanza en un mundo mejor, más tolerante y auxiliador: está viva.

No pude filmar el suceso en el momento que ocurrió, habíamos dejado cargando el celular. La foto que ven la tomé un rato después para poder ilustrar esta anécdota que no quería dejar de contarles.

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