Un pedacito de Biella acompañando el café.
En todos los pueblos chicos del mundo los que siempre tienen trabajo seguro y, por ende, una vida estable aunque no sea con mucho dinero; son los que practican tres principales oficios: partera, enterrador, barbero o peluquera.
Tengo un amigo italiano con título universitario, y que además habla
varios idiomas. Vino a Estados Unidos ayudado por un amigo a trabajar.
La situación en su país natal se recrudece cada vez más, como en muchos
países de Europa, y lo que era próspero se marchita.
El pueblo del que proviene tiene cerca de 46.000 habitantes, se llama
Biella. Pertenece a la provincia del mismo nombre, en el distrito de Piamonte,
al noroeste del país por donde se halla la frontera con Suiza y Francia. A casi
dos horas en auto de Milán y hora y media de Turin.
Se estima que el nombre de Biella se origina a partir de la combinación
de dos términos: Biel -dios de la vegetación- y el sonido de la pronunciación
Bhag que en la antigua lengua indo-europea significa Haya: árbol que se propaga
por sus campos, colinas y que además está presente en el escudo de la ciudad.
Es un lugar no contaminado, dedicado a la producción textil -
principalmente de lana de alta calidad- además de la artesanía y la elaboración
de vinos.
Hace algún tiempo, una de sus fábricas textiles destinadas a la
elaboración de prendas de vestir, empleaba a cerca de tres mil trabajadores;
ahora no superan los 300.
El desempleo ha ido en aumento y la situación que se vive en el país se
hace sentir con fuerza en localidades como ésta, alejadas de ciudades de mayor
importancia, tratando de surgir a pesar de estar rodeadas de belleza y recursos
naturales.
Es una tierra de herencia espiritual. Alberga el Santuario Mariano de
Oropa, uno de los más importantes del continente. En la parte meridional
todavía pueden apreciarse, a lo largo de la vía Francigena camino de
peregrinaje que conecta a los creyentes del norte con Roma, restos de antiguas
parroquias e iglesias medievales, entre las que se destaca el Ricetto di
Candelo, único en Europa.
Todas estas cosas me contaba mientras yo preparaba el café que le había
invitado a degustar. Que además, la juventud de allí abandona el lugar y emigra
cuando tiene una posibilidad, en busca de mejores oportunidades, trayendo como
consecuencia que la población siga envejeciendo. Las casas han perdido su valor
inmobiliario permaneciendo vacías por mucho tiempo o rentadas a extranjeros
-marroquíes en su mayoría- que llegan a desempeñar labores por un bajo salario,
prefiriendo esa vida que la que llevan en su país.
Su tía, una señora de de edad avanzada, modista y ama de casa; va
mensualmente a la peluquería a arreglarse o cortarse el pelo. Prefiere el
peluquero del barrio, aunque siempre este ocupado y atareado con su doble
trabajo de embellecer a las lugareñas y escucharles sus charlas mientras las
aconseja con aires de psicólogo frustrado, que moverse a otro sitio. A menos
que decida hacerse un cambio de look, y manejar por casi media hora hasta la
localidad más cercana para ponerse en manos de un estilista experto en nuevos
cortes; dejando a todos en la casa preocupados, ya que no cuenta con la misma
excelente vista de antaño para maniobrar el timón.
Yo agregaba entonces -mientras daba unos sorbos al café que ya había
servido- que la travesía no sólo era peligrosa para ella, sino para toda
persona o animal que se le cruzara en la vía. Imaginándola echada hacia
adelante tratando de distinguir con claridad el camino y sus contrastes.
Así entre conversaciones serias y jocosas continuamos tomándonos la
cafetera de café expreso con capacidad para seis tazas.
Fantaseé cada situación que me contaba, ocurren en su pequeño pueblo,
matizadas con humor. Agregó, además, que el viejo barbero, acostumbrado a no
recibir quejas por su trabajo y ver que los usuarios se marchan
"contentos" con el resultado, muchas veces -sobre todo si no hay
mucho pelo que cortar- el experto se vale de unas simples tijeras, bastándole
unos cuantos schick, schick, por acá y otros schick, schick, por allá. Sin
estropear, si quiera, el gel que tenga untado el cabello.
¡Por suerte!, y por los detalles que me brindaba sabía que el añejo
fígaro no padecía de Párkinson, pues hubiese sido arriesgado someterse a un rasurado
con navaja sin poner en riesgo la vida tras el supuesto caso de un corte limpio
de la yugular.
Me expresaba, que los asiduos clientes de los bares suelen hablar de
todo, novedoso o no: del último muerto, del recién nacido, del que fue infiel o
al que engañaron, del que se graduó y se fue en busca de un mejor futuro, del
desempleo, del clima, del desempeño del equipo local de fútbol, etc. Que además,
como en cualquier bar de cualquier pueblo chico, muchas veces hacen
determinadas críticas a espaldas de sus protagonistas, pero si por casualidad
éstos aparecen, son recibidos con una amplia sonrisa e invitados a un trago
como si nada se hubiese dicho de él.
Me habla tanto de su lugar de origen cada vez que nos reunimos, que ya
creo conocer de tiempo a sus más allegados y las características básicas de sus
habitantes.
Me instruye, además, que en dicha localidad cada vez hay menos
pobladores. Los jóvenes emigran por lo que ya he explicado, y los viejos van
muriendo. A los funerales de estos asisten los mismos amigos inseparables que
acompañaron al difunto durante toda su vida, y al momento de retirarse a casa
se va uno menos: el muerto, claro está, que se queda en su morada eterna.
Todas las noticias "relevantes" se conocen y propagan con
rapidez.
Los domingos son los días ideales para asistir al cementerio, a la
iglesia, al cine, o simplemente estar en familia. El periódico local anuncia
con exhaustivo lujo la más mínima noticia.
Su casa -detalla- es de dos pisos, grande, espaciosa, sólida y de buena
arquitectura. Cuenta con extensiones de tierra donde antiguamente existió un productivo
viñedo, hoy hay escasas plantas de vid que se usan en el consumo hogareño.
A pesar de que me deja la sensación que Biella está quedando sola, que
sus recursos naturales no están siendo bien administrados, saco en limpio que
es una hermosa zona Italiana con lugares interesantes por visitar: los
pintorescos relieves de los Alpes de Biella, sus montes, valles y la ribera del
lago Viverone con una excelente reputación turística.
Sus áreas protegidas y de reservas naturales ofrecen toda una variedad
de paisajes de gran belleza. Ente ellos la Reserva Natural Orientata de
Baragge, Parque Natural de la Burcina que en primavera se llena de flores y
colores.
También despierta la sospecha de encontrar allí una exquisita
gastronomía y unos excelentes vinos, motivos más que suficientes para aceptar
la invitación de mi amigo a visitar su casa y conocer personalmente a Biella.
De la que hoy, y gracias a él, pude tener un pedacito acompañando el café.
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