El mejor regalo de navidad.
El niño despertó cuando escuchó el delicado sonido del picaporte
de la puerta. Se levantó con cuidado para que no le traqueara ningún hueso y
para no tener algún percance que produjera ruido, y fue en punticas de pies,
recorriendo despacio el pasillo que separaba su cuarto de la sala.
Cuando llegó al
final del corto recorrido, desde su posición, divisaba el luminoso arbolito de
navidad ubicado en una esquina de la habitación, frente a los ventanales que
dan al portal y a la calle; y que días antes, en compañía de su hermana, había
ayudado a su madre a armar y a engalanar. Allí vio a Santa -ese regordete,
barbiblanco, y casi anciano señor vestido con su indumentaria roja y su gorro
de pico terminado en un blanco pompón- portando su morral cargado de juguetes
que con dificultad colocaba en el suelo. Se dirigió a él en voz baja para no
asustarlo y para no despertar a nadie más.
_ Hola, Santa. -
El visitante se volteó sorprendió pero no perdió la amabilidad de su rostro, y
quedó escuchando al infante que continuó-. Este año deseo pedirte algo
sumamente especial -distinto a todo- por eso no te hice llegar mi acostumbrada
carta. Deseo por favor, de ser posible, me regales La Esperanza.
He estado pensando
en eso y creo que es lo que en realidad deseo. Dicen que puede ser muy grande o
pequeña, que puede colmar un espacio vacío y aún no haber nada en él. Hacernos
ver cosas buenas donde todavía no han sucedido. Que teniéndola, uno puede
salvarse e ir sonriente por la vida como si las cosas fueran a salir siempre
bien. ¡Ah!, y que además no hay que dosificarla que aunque la compartamos
alcanza para todos porque no se agota. Estoy deseoso de saber qué aspecto
tiene.
¡Jo,jo,jo! - Se
rió bajito Santa ante tan curiosa petición, colocándose una de sus manos
enguantadas frente a la boca, y respondió: _ Has sido un niño tan bueno que te
concederé el regalo. Eso sí, debes tener algo muy presente: la esperanza es muy
valiosa pero por sí sola no funciona. Debes imprimirle amor y esfuerzo.
Úsala para lograr
lo que anhelas dando siempre lo mejor de ti, con eso no vas a necesitar mucho
más para hacerte un hombre de bien.
Entonces el
viejito pascuero sacó de su enorme bolsa una pequeña caja rectangular envuelta
con un papel de listas rojas y blancas, atada con una cinta roja de terciopelo
y coronada con un gran florón hecho del mismo material, y le aclaró al niño
antes de entregársela: _ Acá está La Esperanza y además están las instrucciones
de uso.
El niño preguntó:
_ ¿Entonces tú sabías lo que yo te iba a pedir?
Y Santa,
acomodándose esta vez la pesada talega sobre los hombros, contestó: _
¡Jo,jo,jo! Yo lo sé y lo intuyo todo.
Revolvió el pelo
al niño en señal de despedida y salió por donde vino, perdiéndose minutos más
tarde entre las nubes de un cielo estrellado por donde se asomaba a ratos una
luna gigante.
El niño lo siguió
con la mirada hasta que su trineo se perdió en la inmensidad y dejó de
escucharse el tintineo de los cascabeles. Cuando quedó sólo se dirigió al pie
del colorido e iluminado árbol navideño, se agachó despacio - impresionado por
lo que acababa de suceder- zafó delicadamente, pero lleno de curiosidad,
el gigantesco lazo y abrió la pequeña caja. Dentro encontró un pergamino
enrollado en el que se podía leer:
CÓMO USAR LA
ESPERANZA. No saltar ni omitir ninguna instrucción.
- La esperanza es
algo intangible que debes depositar en el corazón. Esa es la primera regla.
- Activarla con
buenos deseos, dedicando esfuerzo constante en alcanzar tus metas.
- No necesita
mantenimiento.
- Es inagotable
siempre que la cargues con buenos pensamientos
- De fácil
transportación, no pesa, no ocupa espacio.
- Hipoalergénica.
- Se adapta a
cualquier clima y a cualquier condición.
Nota: Alejarla de
las malas vibras y el pesimismo. Si tu esperanza se mantiene saludable lo
sabrás porque siempre estarás sonriente y positivo.
El niño se sintió
emocionado, al fin tenía lo que tanto ansiaba. Tomó la cajita para repasar lo
leído y asegurarse de no fallar absolutamente en nada y poder echar a andar su
esperanza. Fue contento a meterse de nuevo en la cama -aún faltaban unas horas
para el amanecer- por suerte nadie en la casa había escuchado nada. Se quedó
dormido casi de inmediato con el pequeño obsequio apretado a su pecho y una
sonrisa dibujada en su rostro.
Cuando se hizo de
día despertó con un delicado beso de su madre en la frente y con una tierna
caricia de ella en su rostro. Mientras le decía: Hijo, el desayuno esta listo.
Ven, no nos demoremos más en abrir los regalos, tu hermana te espera.
¡Hagámoslo juntos!
El niño se
sentó súbito en la cama para contarle a su madre la conversación con Santa:
_ ¡Madre! Pero si
yo... -Miró hacia su pecho buscando la adornada cajita que había tenido, allí,
aprisionada durante la noche, pero no la encontró. Sólo vio sus manos
entrelazadas.
¿Qué pasó, hijo,
seguro tuviste un sueño? - Dijo la madre sonriente, revolviéndole el pelo y
ayudándolo a incorporarse- ¡Vamos, levántate!
Luego del desayuno
abrió -entre risa y curiosidad- las cajas que contenían los regalos a su
nombre. Si era cierto que ese año no escribió una carta pidiendo algo en
específico, a la vez -niño al fin-quería muchas cosas. En la base del árbol
navideño lo aguardaban dos regalos: una caja que contenía una tablet y en otro
envoltorio con mucho papel colorido, la patineta que en algún momento había
manifestado querer tener.
Contento salió a
la calle a compartir la alegría de los nuevos regalos con sus amigos. Al cruzar
el portal pudo apreciar algo que brillaba en el césped junto a las plantas de
gardenias, se acercó y vio un diminuto cascabel plateado, lo agitó, sonrió, y
se hizo para sí una pregunta mientras guardaba el hallazgo en uno de sus
bolsillos: ¿Habrá sido real, o habrá sido un sueño?
Pero a partir de ese
día sabe que tiene la esperanza en su corazón, que la cuidará como es debido y
que todo va a salir bien.
(DEDICADO A MIS
HIJOS Y PARA CONTARLE A MI NIETA.)
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